El 8 de setiembre de 1918 fue inaugurado este espacio protegido
1918 fue testigo del éxito de un proyecto político empezado décadas atrás y que había tenido su plasmación legal dos años antes. Será en la tarde del 8 de septiembre de este año cuando el rey Alfonso XIII —que por la mañana había asistido a la Coronación Canónica de la Virgen de Covadonga— inaugura el primer espacio protegido por su carácter de tesoro de la naturaleza.
Pedro Pidal, personaje clave
Pedro Pidal nació en el seno de una familia de la aristocracia asturiana y gozó de las mayores comodidades y la mejor educación que podía brindarle su privilegiada posición social. Desde joven sus largos veranos en Asturias lo convirtieron en un gran deportista —medallista olímpico—, y un verdadero apasionado de la Naturaleza, que supo recorrer palmo a palmo la montaña asturiana —especialmente los Picos de Europa— hasta el punto de ser hoy considerado por muchos como el primer montañero español y uno de los mayores difusores del alpinismo en nuestro país.
Fue una persona capaz de trasladar sus inquietudes a la actividad política, donde ocupó puestos de gran responsabilidad a nivel nacional. Diputado desde los veintiséis años y luego senador vitalicio, su habilidad retórica y su heterodoxia en el espectáculo parlamentario le valió el sobrenombre del «Arniches» del Congreso.
Y sobremanera fue un enamorado de Asturias, hasta tal punto que la profunda querencia que sentía por la naturaleza asturiana lo llevó a pedir que, a su muerte, ocurrida en 1941, sus restos mortales descansaran en el Mirador de Ordiales, en plenos Picos de Europa.
Hitos naturales del Parque Nacional de los Picos de Europa
El actual Parque Nacional de los Picos de Europa integra los tres macizos principales de esta maravilla natural, limitados por profundos valles y gargantas aparecidas por la erosión de glaciares y ríos, que los dotan de sus bellos perfiles.
El Parque Nacional es un espacio profundamente humanizado
Hasta hace pocas décadas, la vida en la comarca de Picos de Europa estaba marcada mayormente por las actividades agrícolas y ganaderas, y por una trashumancia de corto radio en un flujo constante y estacional entre el valle y el puerto. Las familias vivían, según la época del año y las necesidades de la producción, entre el puerto en verano al cuidado del ganado, y las poblaciones guarecidas en el valle en invierno.
Era una vida que se desenvolvía entre lo bucólico y la necesaria supervivencia, entre la imaginación y el deber, entre el sosiego y el ajetreo del trabajo diario. Kilómetros recorridos por valles y montañas en busca del ganado, horas de elaboración de los quesos en las cabañas y majadas. Devoción y obligación se combinaron durante siglos y siglos, y aún, en los bellos parajes de Picos donde puede tomarse el pulso a la cada vez más escasa vida pastoril, y donde el tiempo parece haberse detenido, como si de un sueño eterno se tratara.
El sonido de los «lloqueros» (esquilas) del ganado resuena como un concierto en los valles abiertos y pone música a las cumbres de Picos de Europa. El saber de siglos está recogido en cada queso y en cada cabaña, y en cada gesto de gratitud hacia la naturaleza.
LOS PASTORES DE PICOS, PUEBLO EJEMPLAR
El año 1994 la entonces Fundación Príncipe de Asturias – hoy Princesa de Asturias – reconoció la importancia de la comunidad humana asentada en este espacio natural, concediendo el Premio Pueblo Ejemplar de Asturias a la candidatura de los «Pastores de los Picos de Europa». El jurado los valoró entonces como un grupo humano heredero y transmisor de una tradición secular como es el pastoreo estacional en las majadas y los pastos de altura, con importantes valores e identidad propia, órganos de gobierno y formas de vida que destacan por su alto concepto de la solidaridad y por el mantenimiento voluntario de unas formas de vida tradicionales que han permitido una respetuosa simbiosis con el medio natural del que viven.
Los pastores de Picos de Europa continúan siendo hoy – aunque se trate de un colectivo numéricamente menor que en 1994 – un grupo humano que destaca por sus valores de convivencia y por su amor incondicional a un medio que ha visto sobrevivir en un medio natural a veces hostil a generaciones y generaciones de seres humanos, transmisores de una cultura y un estilo de vida único en el planeta.
La cultura pastoril de Picos de Europa supone también un patrimonio inmaterial de alto valor, a conservar.
UN GRAN PATRIMONIO GASTRONÓMICO
Las formas de vida tradicionales de esta comarca hacían que los pastores tuvieran que vivir largas temporadas en los puertos, por lo que el aprovechamiento de la leche del ganado sería una de sus principales actividades productivas y de supervivencia. Así, en el espacio de los Picos de Europa se concentra la mayor producción de quesos artesanales de Asturias como el Gamonéu del Puertu y del Valle, producido en las majadas de Cangas y de Onís, el Cabrales, o el de los Beyos, caracterizados por la excelencia tanto en la elaboración como en las posibilidades de aplicación en los fogones en decenas de recetas de base tradicional. Del mismo modo, en las vertientes cántabra y leonesa del Parque Nacional se elaboran quesos de singular variedad y calidad.
Los quesos artesanos de Picos de Europa tienen merecida y reconocida fama en medio mundo y forman parte del gran legado cultural, material e inmaterial transmitido desde tiempo inmemorial a través de este singular grupo humano. Creaciones como el Gamonéu o el Cabrales forman parte del patrimonio gastronómico de la Humanidad.
Otros sabrosos y saludables ejemplos de aprovechamiento de las posibilidades de este entorno natural son la recolección de miel o de materia prima para las infusiones, como el té de roca, la manzanilla o la tila silvestre. No hay que olvidarse del orujo o de la sidra, grandes y característicos productos de la cultura asturiana.