La actual senda del Cares, por la que miles y miles de personas hemos caminado, no fue precisamente construida para nuestro disfrute, ni siquiera para el disfrute de las gentes de Caín.
Su construcción fue llevada a cabo entre 1944 y 1950 por la compañía eléctrica Electra de Viesgo con la finalidad de dar servicio de mantenimiento al canal que transporta el agua hasta Camarmeña.
El canal se empezó a construir en el año 1917 y cuatro años mas tarde se finalizaron los trabajos; así estuvo funcionando durante cerca de 30 años, pero los aludes y argayos provocaban atascos y disminuciones del caudal de agua, por lo que Viesgo tomó la decisión de construir la actual senda que va paralela al canal para acabar con aquellos problemas.
A principios del siglo 20 también se llevaban a cabo proyectos faraónicos relacionados con esta garganta.
Uno de ellos, cuyo autor fue D. Pedro Pidal cuando se convirtió en regidor del Parque de Covadonga, fue la construcción de una carretera que atravesaba la garganta del Cares al nivel del rio desde Poncebos por Caín hasta Posada.
El proyecto fue puesto en práctica y las obras comenzaron.
De hecho, muchos de nosotros hemos recorrido el tramo que se llevó a cabo por debajo de Los Collaos cerca del nivel del rio hasta la canal del Escaleru.
Afortunadamente se debieron de aburrir al comprobar la cantidad de dificultades técnicas que debían superar, y abandonaron el proyecto.
La obra de la senda fue trazada y dirigida por Manuel Campillo Noriega, de Bulnes, por encargo de D.Eugenio Guayar, ingeniero de la Electra de Viesgo. Campillo también trabajó como obrero en la construcción del canal. Según palabras suyas, la actual senda se construyó pensando en el canal; nunca pensamos que por ella iba a pasar tanto turista.
Los picos y la dinamita eran la herramienta básica que se empleaba. En muchos sitios los obreros tenían que descolgarse por cuerdas, poner las cargas de dinamita y subir de nuevo para que no les pillara la explosión. Una vez hecho el hueco, volvían a bajar por las cuerdas y se ponían a picar.
Desde Caín hasta el Llambrión de La Cabreriza se abrió todo a base de la mano del hombre, tal como está hoy. Desde este punto hasta Guemos, distante 7 km de Caín, se abrió igualmente a mano un paso de 80 cm de ancho para el transporte de materiales. El resto de la senda se hizo con ayuda de un compresor que la Viesgo se empeñó en enviar en 1947 y que Campillo no quería. Fue toda una odisea llevar esta maquina de tres toneladas de peso y ruedas de hierro por la antigua senda hasta el tajo. Se estropeaba cada poco, pero al final realizó una buena labor.
Los primeros puentes de La Covona (o los Rebecos) y Bolín fueron de madera. De la construcción de este recuerda Campillo: Fue muy dificil; tuvimos que cortar la madera a mano; usabamos cables de 35 mm de sección, pero los anclajes se salían y teníamos un abismo de 60 metros. Ahora que lo contamos parece fácil, pero fue una obra inmensa. Antes de construir el puente de los rebecos se instaló alli un rudimentario teleférico manual, para pasar el material e incluso las personas metidas en un cajón.
Nunca fueron más de 45 obreros y casi todos de Caín, Valdeón y Cabrales. Hubo que lamentar dos accidentes mortales. Uno (Tito Perez Demaría, de Caín) por una caida de piedra cerca del Muro Grande, y otro despeñado en la zona del Anchurón de Cabrerizas.
Por último una anécdota de labios de Campillo: Recuerdo que un día -uno de los tajos nos daba mucha guerra-, observé que la roca estaba partida y que podía desprenderse. Ordené a los obreros que no se quedasen allí, que salieran del tajo. Marche a comer, pero la preocupación me hizo volver sin haber probado bocado; al llegar comprobé que los obreros seguían debajo de la roca. Les reñí y les hice salir del lugar. No había pasado ni un minuto cuando la mole de roca se vino abajo. Pudo haber sido una catástrofe.